-¿Dónde está mi bolso? ¡Dale que nos tenemos que ir!
Analía, ama de casa de una típica familia judía, junto a sus hijos Isaac, Florencia y su esposo Marcelo, parten a recorrer Buenos Aires, su nueva ciudad.
Recorrieron varias zonas del conurbano, hasta llegar a capital, más precisamente, al barrio de La Boca, que hace mucho querían conocerlo.
Cuando estaban a punto de llegar a caminito, se encontraron con un galpón abandonado, pero con la chapa de monumento histórico, como vieron que estaba la puerta abierta, entraron.
Marcelo e Isaac se separaron de Analía y Florencia, para poder recorrer mejor. Luego de subir unas escaleras, Isaac, de tan cansado que estaba, se apoya contra la pared, pero ésta, empezó a brillar y a desintegrarse, haciendo que el brazo completo de Isaac lo traspase, mientras que Marcelo, desesperado intentaba sacarlo. Los gritos alertaron a Analía y Florencia, que rápidamente llegaron al lugar e intentaron salvarlos, pero la fuerza era tan grande, que terminó por absorberlos a los cuatro.
Ambos, ya del otro lado, no entendían muy bien lo que habían pasado, y se sentían con un poco de nauseas. Toda la ciudad estaba destruida, no sabían por qué, pero, al ver la terraza de lo que parecía un cuartel, divisaron una bandera con una esvástica, y ahí se dieron cuenta que, lo que parecía una pared, en realidad era un portal que los trasladó hacia la segunda guerra mundial, más precisamente a la Alemania Nazi.
No sabían qué hacer, estaban realmente desesperados ya que sabían que sus vidas corrían peligro, asique intentaron refugiarse lo más rápido posible. De repente, escucharon un chistido, venían de una puertita, que los llevaría a una especia de subterráneo. Ahí, se encontraron que 3 familias que permanecían escondidas.
Marcelo les contó que ellos venían del futuro, de Argentina y que no tenían que estar ahí. Al momento de escuchar eso, se levanto un hombre de barba larga, se hacía llamar Rocko, y les preguntó si venían de un galpón. Resulta que esas 3 familias, tuvieron casos parecidos, unos venían de Francia, otros de Polonia y la familia de Rocko, del Uruguay. Rocko les contó que ellos también visitaron un galpón y que también traspasaron una pared. Algo raro había pasado.
Luego de hablar un buen rato, Rocko les contó que el galpón era una réplica exacta del cuartel principal Nazi, por ende, tenían que llegar ahí para poder traspasar aquella pared. Asique, idearon un plan.
Esa noche, a la madrugada, la familia Argentina, junto a Rocko y su hijo, salieron del refugio e intentaron escabullirse hasta llegar al cuartel, que estaba a pocas cuadras del lugar, pero lo que no sabían, es que un operativo se llevaría a cabo esa noche. Tras caminar 2 cuadras, se escuchó una balacera, e inesperadamente, 5 soldados nazis salieron a la carga por Rocko y los demás.
Marcelo, Rocko e Isaac, pudieron escapar, y se escondieron en un contenedor, para su fortuna, los soldados los perdieron de vista, pero, lamentablemente los demás quedaron en el camino. Los gritos de su esposa e hija hicieron que Marcelo entre en una crisis nerviosa, mientras que Rocko, se tomó la captura de su hijo con mayor calma, ya que sabía que era bastante astuto e inteligente como para zafarse.
Luego de 20 minutos, volvieron a salir, esta vez más cautelosamente. Así , lograron divisar a no más de 100 metros, el cuartel.
Tenía una seguridad extrema, que lo hacía casi impenetrable. Pero Rocko tenía un plan. Él había conseguido un plano de la ciudad, y sabía que un túnel subterráneo lo llevaría hacía el sótano del cuartel. Pero deberían bajar por la alcantarilla, y eso significaba que tenían que exponerse a los disparos, y ser más rápidos que las balas.
Finalmente se decidieron. Corrieron hacia la mitad de la calle y abrieron la alcantarilla, alertando a los dos únicos guardias que había. Cinco disparos se escucharon, lograron bajar, pero Isaac cayó herido. Los guardias corrieron hacia ellos, que estaban escondidos en la oscuridad del túnel. Cuando entraron los guardias, se abalanzaron contra ellos, lográndoles quitar las armas, y ejecutándolos al instante. Cuando Marcelo fue a ver a su hijo, ya era demasiado tarde, había fallecido. Pero Marcelo sabía que no podía quedarse ahí, que todavía quedaban esperanzas de poder salvarse y de poder encontrar a Analía y Florencia con vida.
Rocko guió a Marcelo hacia la salida del túnel que daba al sótano del cuartel, más precisamente donde estaban las celdas. Al salir, se encontraron con un guardia, que fue abatido rápidamente y para su sorpresa, estaban encerrados su hija, su esposa, y el hijo de Rocko, que fiel a su astucia, consiguió un mapa del cuartel que tenía el soldado que se los había llevado, y una nota, que revelaba las intenciones de una traición y liberación de los prisioneros.
Luego de abrir las celdas y abrazarse con su familia y contarles la triste noticia de la pérdida de Isaac, salieron en busca de esa pared que los devolviera a su tiempo, para eso, tenían que llegar al segundo piso.
El hijo de Rocko reconoció al guardia que se los había llevado, tirándole una piedrita, logró su atención. Este le reveló que se los llevó ahí y no al campo de concentración únicamente para poder terminar su plan de traición y motín del cuartel. Rocko y su hijo, estuvieron de acuerdo en ayudarle, mientras que Marcelo y su familia, no querían saber nada, solo encontrar esa pared. Ellos siguieron, mientras que Rocko, el guardia y su hijo, salieron a liberar a los prisioneros.
No hicieron más que hacer 10 pasos, que dos soldados los apuntaban con sus armas, diciéndoles rápidamente que se tiren al piso. Pero, no pasaron ni dos minutos, que reapareció el Rocko con todos los prisioneros, fuertemente armados, para abatirlos. Así, el motín estaba en marcha y los acompañarían hacia el segundo piso. Todo era un caos, caían prisioneros y caían soldados, pero ellos tenían via libre para seguir. Cuando por fin lograron entrar a la habitación, se encontraron con que era la oficina del Fuhrer, Adolf Hitler. Todos se quedaron helados ante la mirada fija del dictador, que, al verse rodeado, decidió quitarse la vida.
Marcelo le rogaba a Rocko que los acompañase, pero este decidió quedarse a pelear.
Finalmente, cruzaron nuevamente el portal, y se encontraron otra vez en el galpón, en Argentina.
Lloraron la pérdida de su hijo, y vivieron en carne propia lo que había sido el régimen Nazi.